Cuaresma en Cuarentena
Soy Ailin Peña Araujo, de San Cristóbal, en la República Dominicana, y tengo 33 años, formo parte de Equipo latinoamericano de Pastoral Juvenil, como asesora de la región El Caribe.
A propósito de la dramática realidad que nos ha tocado vivir, el Covid-19, y que podríamos llamar una “cuaresma en cuarentena”, ambos escenarios comparten similitudes a pesar de sus diferencias: ambos son periodos de que comprenden 40 días. Adentrándonos en el texto del evangelio (Cuál?) que marca las directrices de este tiempo, y tomado como modelo las acciones de Jesús en el desierto, la Iglesia nos invita a vivir una preparación para crecer en fe, recordando el mayor acto de amor, Dios hecho hombre, en la persona de Jesús, que se entrega para darnos vida eterna, y así poder celebrar victoriosos la Pascua de Resurrección.
La Iglesia propone tres pilares de para vivir cuaresma: el ayuno, la oración y la limosna, que pudieran parecer sencillos si se les quita la esencia (No entendí) y se realizan en el automático cumplimiento de estos días, sobre todo cuando se es joven. Nos cuesta perpetuar estas prácticas, que lejos de ser tradiciones, deben sostener nuestra vida cotidiana cristiana y nuestra alma. Este tiempo de cuarentena es un espacio propicio para practicar estos tres pilares, ya que no necesitamos extraordinarios esfuerzos para practicarlos.
Ayunar de ser portadores del virus de las malas y falsas noticias, detenernos a al momento de compartir contenidos que pudieran provocar en otros el desánimo y la desesperación, sin saber lo cierto que hay en ello, sobre todo porque no es una competencia de publicaciones, es la vida y el dolor de millones de seres humanos que está en juego.
Practicar la limosna, sabiendo que no estamos solos, que, al momento de ir al supermercado y las farmacias, debo pensar en los que vienen detrás, porque también necesitan alimentarse y medicarse, desinfectarse y protegerse con mascarillas y guantes, por tanto, debo compartir estos bienes. Dispensar la esperanza que caracteriza a los cristianos.
Orar, no solo por nuestras familias, comunidades, países, sino por el mundo entero, con la convicción de que Jesús nos escucha y ama profundamente, confiadamente depositar las cargas en el Resucitado.
Es un tiempo para quedarnos en casa y fortalecer la iglesia doméstica, que es nuestra familia, practicando la caridad y la sencillez, multiplicando actos de generosidad , con aquellos que son nuestro mayor tesoro, la imagen y semejanza de nuestro señor Dios: los más pequeños y necesitados.
Un tiempo donde Dios pudiéramos repetir: “Los cerros podrán correrse y bambolearse las lomas; mas yo no retiraré mi amor, y mi alianza de paz contigo no se bamboleará, – dice Yavé, que se compadece de ti.” (Isaías 54,10)
¡Animo! No tengas miedo…P.p Francisco.